¿Cuáles son esas historias que nos contamos tanto que terminamos por creerlas? Y no me refiero a la de la “llorona” o a la del “jinete sin cabeza”. No, no, no. Me refiero a verdaderas y auténticas historias de terror. Esas que dicen mas o menos así:
No puedes. No te arriesgues. No es para ti. No te conviene. No eres bueno para eso. No lo hagas. No te va a alcanzar. Vas a fracasar. ¡Ufff! -échele, échele-
Y luego nos andamos haciendo los ingenuos preguntando: ¿por qué nos siguen pasando las mismas cosas? ¿por qué andamos repitiendo patrones? ¿por qué parece que el mundo está en nuestra contra? ¿por qué vivimos infelices? ¿por qué hay gente que ofende? ¿por qué hay gente que agrede solo porque si?
Como individuos, como sociedad, como comunidad, como humanidad, ya no podemos continuar tirándonos al piso, poniéndonos de tapete o jugándole al víctima; ya no podemos continuar con un eterno monólogo mental que nos convierta en nuestro propio enemigo.
Es tiempo de contarnos una historia diferente, una tarea para nada sencilla, pues requiere principalmente de voluntad; la voluntad de “abrir la puerta hacia dentro de uno mismo” porque la historia que SÍ nos queremos contar se encuentra nada más y nada menos que arrumbada debajo de todas esas historias de terror que nos contamos, que nos creímos, que duelen, que asustan, que no nos gustan… saber todo eso y aún así decir: “HELL YEAH… Ahí les voy!
Cambiar la historia dentro de nuestra mente comienza con darnos lo que sea que necesitemos: tiempo, espacio, soledad, comprensión, valentía, determinación, humildad, paciencia; porque para lograr cambios genuinos debemos comenzar por poner atención a la programación que tenemos impregnada en nuestro maravilloso cerebro. No existe nada nuevo en esto, si queremos manifestar algo en el mundo material, primero debemos configurarlo correctamente en nuestra mente.
Recuerdo a una compañera de trabajo de hace algunos años llegó al trabajo decidida a contarse en voz alta -y de paso a contarnos a todos- la misma historia todos los días: SOY POBRE.
Cualquier cosa que decíamos ella respondía: soy pobre. Salíamos a comer: soy pobre. Organizábamos algún cumpleaños: soy pobre. Platicábamos de música, tenis, libros: soy pobre. Y yo, a punto de perder la paciencia porque lo desquiciante no fue que lo repitiera sin parar, sino que el día que decidió que era pobre fue el día en que sacó su coche de lujo de la agencia.
Claro, seguramente le salió en un ojo de la cara y tenía restringidas sus finanzas, pero ¿en serio? ¿por qué tanta ingratitud? ¿es de verdad esa la historia que te vas a contar cuando eres una persona privilegiada? ¿no debería ser al contrario y en todo caso reconocer que haber comprado el coche que siempre había querido es un logro?
Nunca le dije nada, pero la historia que ella decidió contarse a si misma impactó no solo a ella, sino a todos los que la rodeamos.
Todo lo que nos decimos a nosotros mismos, importa. Hagámonos un compromiso y cambiemos las historias que nos contamos a nosotros mismos día a día. Seamos grandes manifestantes y creámonos posibles.
Siempre es un buen día para re-comenzar.
Lina Morante es diseñadora de información, estratega de marca, creadora de conceptos interiores y storyteller.