Te suenan familiares algunos de estos pensamientos: “¿por qué no hago nada bien?”, “nunca tengo suficiente dinero”, “no tengo amigos”, “soy demasiado gorda / flaca / no soy lo suficientemente bonita”, “estoy sola”.
Para la mayoría de nosotras, pensamientos como estos fluyen en nuestra mente todos los días. Estamos tan familiarizadas y cómodas con estas oraciones, que ya son parte de nuestra identidad.
En algún momento, éstas declaraciones pasaron de ser un pensamiento simple, a formar parte de nuestra personalidad. Dejaron de ser un adjetivo, a determinar quiénes somos.
La cosa funciona así: algo sucede y crea un sentimiento: positivo, negativo o neutral. Entonces, este pensamiento fluye y actuamos desde allí. Son nuestros pensamientos los que tienen el control y los que determinan y dirigen las acciones que tomamos.
Nos convertimos en nuestros pensamientos, y aquello que pensamos controla nuestra vida y crea nuestra realidad. La mente es extremadamente poderosa, pero nuestra perspectiva también lo es.
Quizá hay situaciones que te llevan al límite y en las que sientas que tú no tienes el control. Por ejemplo, uno de tus amigos tuvo un accidente. Esta es una situación que se sale de tus manos y que por supuesto te hará sentir mal. Tú no tienes el control sobre ese problema, pero sí tienes el poder de elegir cómo respondes ante esa noticia.
Tú decides si ese acontecimiento te lleva a una profunda depresión y angustia, o si usas esa oportunidad para disfrutar la vida al máximo y amar a esa persona más que nunca. Es tu elección.
Incluso en las circunstancias más difíciles, la alegría es tuya para que la tomes. Entonces, la pregunta es: ¿cómo logras esto? En resumen, aquí te compartimos cómo tomar el control de tus pensamientos para cambiar la realidad.
Pon atención a lo que te dices.
Mucho de lo que pensamos, sentimos y hacemos sucede de manera inconsciente. Hemos desarrollado hábitos sin darnos cuenta, y vivimos de acuerdo a creencias que ni siquiera entendemos. Debemos comenzar el días poniendo atención a lo que sucede a nuestro alrededor.
Date cuenta qué frases negativas te repites constantemente, qué pretextos usas para no hacer lo que te gusta o te hace bien, qué patrones destructivos sigues y qué situaciones propicias para hablarte de una manera tan pesimista. Sé consciente de estas palabras y cambiar, recuerda que ningún cambio poderoso nace del odio.
Examina dónde se creó ese pensamiento.
Muchos de nuestros patrones negativos empezaron cuando éramos niños. Por ejemplo, si te sientes mal con tu cuerpo, piensa, ¿qué relación tenía tu familia con la comida? ¿qué te decía tu mamá sobre tu cuerpo? ¿alguna vez recibiste críticas negativas sobre él? ¿querías ser como alguna modelo o actriz de revista?
Date un tiempo para reflexionar sobre tus primeras memorias. Intenta recordar la primera vez que escuchaste la “verdad” que tanto te define. Tal vez fue de tus papás, maestros, de la televisión o de alguna amiga. Revisa tus recuerdos y piensa cada vez que esta “verdad” se presenta en tu mente. Ahora que eres más grande, podrás ser más objetiva, y quizá descubras que esa “verdad” no es tan cierta después de todo.
Reemplaza el pensamiento negativo por uno nuevo.
Por cada pensamiento negativo, hay un mensaje opuesto que te da una nueva perspectiva. En lugar de decir “nunca tengo dinero”, intercámbialo por “estoy agradecida por todo lo que tengo”, recuerda que siempre hay alguien que tiene más o menos bienes materiales que tú, valora lo que tienes.
Repite.
Cada vez que tengas un juicio negativo sobre ti misma, reemplázalo con un pensamiento positivo. Repite este proceso con otras ideas que te limitan o te hacen sentir mal. Cuanto más lo hagas, más te darás cuenta que has estado viviendo de acuerdo a opiniones falsas que habías normalizado y que ni siquiera son ciertas. Este no es un proceso sea fácil. Pero recuperar el control de tus pensamientos es una de las cosas más importantes que puedes hacer (y que debes comenzar hoy mismo) para llevar tu vida en la dirección que deseas.